El universo de los Bitcoins o criptoactivos es aún confuso para la gran mayoría de los actores del mundo financiero. Quiénes no pertenecen a él han oído de inversionista que están logrando importantes ganancias con estas “monedas digitales” y que muchos anuncian que ellas serán los medios de pago del futuro e indispensables para el escenario bancario y financiero.
Sin embargo, la falta de regulación y la existencia de puntos de vista en conflicto generan legítimas dudas. En la mayor parte del mundo, los países aún no las reconocen como moneda de curso legal o divisas; tampoco existe un regulador local o global de las mismas. Así las cosas, no sorprende que el surgimiento de nuevos bancos amigables con este nuevo medio de intermediación o banca tradicional abierta él esté tardando tanto en surgir, generando una zona gris llena de incertidumbre en la que la especulación saca dividendos aún a riesgo de estarse creando un espacio “criptomonetario” paralelo que escapa a todos los principios que hoy sustentan la recuperada estabilidad del sistema financiero, después de la profunda y larga crisis del 2008.
De esta manera, la necesidad de un sistema bancario más amigable con las criptomonedas es clara cuando consideramos las actitudes de muchas naciones líderes. Desconocer su existencia es el equivalente a la inútil estrategia del avestruz ante el peligro. En países como Estados Unidos de América o en los de la Unión Europea existe preocupación sobre el valor a largo plazo del Bitcoin y otras monedas de este tipo, lo mismo puede decirse de Canadá y Australia. Muchos otros también están preocupadas por los riesgos de seguridad de este sistema, Chile no es la excepción, y países como China, Rusia, Vietnam y Corea del Sur simplemente han optado por prohibir las criptomonedas sin excepción.
Las dificultades entre los bancos, los usuarios y reguladores financieros respecto de las criptomonedas se originan en la:
- Falta de confianza en el sistema que las soporta.
- Falta de comprensión de la tecnología blockchain involucrada.
- Falta de visualización de una economía desintermediada por una banca al estilo tradicional.
- Falta de respeto por los usuarios e inversores de criptomonedas, con la sospecha del origen de los fondos que les sirven de activos subyacentes.
¿Por qué bancos amigables con las criptomonedas son tan importantes para el futuro del mercado bancario y financiero? Los bancos amigables con las criptomonedas no son el enemigo aquí. De hecho, son la solución intermedia entre el sistema bancario tradicional y las opciones modernas de Bitcoin.
Sin embargo, los ministerios de finanzas, los bancos centrales y entidades como la CMF -en Chile- no confían en el sistema de criptomonedas debido a la falta de estructura y regulación que existe respecto de ellas tanto a nivel local como internacional. Y es comprensible: la idea o posibilidad de que las Bitcoin y la tecnología blockchain erradicarían la necesidad de los bancos ha generado un significativo nivel de temor.
Pero actuar sólo con miedo, de una manera eminentemente conservadora que desconoce la instalación y avance de una realidad inevitable, sólo puede profundizar el riesgo y hacer más complicadas las cosas. Existe ese refrán que dice: si no puedes con tu enemigo, únetele. Ahora bien, sin llegar a ese extremo que significaría sacrificar principio esenciales al sistema financiero moderno, existe una alternativa más razonable y segura: entender lo nuevo y pensar una banca bien diseñada, regulada adecuadamente y compatible con las criptomonedas en la que exista un compromiso en el que todos los agentes involucrados estén satisfechos y los valores claves queden salvaguardados.
A pesar de la resistencia generalizada, algunos países están más abiertos a la perspectiva de las criptomonedas y la banca criptográfica. Un buen ejemplo es Suiza. En enero de este año, el Ministro de Economía suizo declaró que ese país quería ser la “nación criptográfica” por excelencia. No deja de llamar la atención esta decisión de uno de los países clave en el sistema bancario y financiero mundial. En lugar de centrarse en cuestiones de seguridad y la naturaleza potencialmente volátil de estas monedas, el gobierno helvético ha lanzado una clara invitación a inversores y empresas a Suiza a operar con criptomonedas en ese país. Suiza está manifestado -como país cuya tradición económica es esencialmente financiera- que tiene confianza en el sistema, que quiere comprender la tecnología detrás de ellas y que tiene respeto por los usuarios dispuestos a operaren criptomonedas.
Claramente, todavía hay mucha incertidumbre y vacilación cuando se trata de los gigantes más grandes del mundo bancario. Aquí es donde las nuevas empresas bancarias más pequeñas ven la oportunidad de atacar y llenar ese vacío en el mercado. Estas nuevas empresas quieren romper moldes con un enfoque amigable. Pueden hacerlo porque:
- Están dispuestas a depositar su confianza en estas criptomonedas ahí donde los tradicionalistas retroceden.
- Están dispuestas a invertir en tecnología para brindar un servicio eficaz.
- Están preparadas para escuchar a los usuarios e inversores y ofrecer opciones que se adapten a sus necesidades.
Estos nuevos negocios bancarios comprenden la popularidad de las Bitcoin y otros productos de criptomonedas ante un mercado de usuarios más joven. La idea aquí es que no solo pueden sacar provecho de una tendencia, al tiempo que hacen que los bancos tradicionales parezcan anticuados, también pueden demostrar que son amigables con el cliente. Quieren ofrecer más opciones y opciones de inversión, asegurando al banquero millennial y a los millonarios del mañana.
La observación de estos innovadores bancarios, ahí donde la regulación les está abriendo puertas, se vuelve necesaria.
Una mayor regulación y opciones mejoradas para los usuarios cotidianos también son necearías par permitir una sana interacción con esos innovadores en el creciente universo de las criptomonedas. Estos nuevos operadores se están convirtiendo en una influencia material en el mercado, con un pequeño puñado de usuarios que poseen hasta el 40% de los activos en juego; ello no es sano ni seguro. Por lo tanto, una participación más amplia de la banca en el mundo de las criptomonedas y la accesibilidad para el usuario promedio podría ser una ventaja. Cuanto más podamos limitar la influencia de los actores aislados y desregulados, más estabilidad habrá en el sistema. Cuanto más estable sea el sistema, mayores serán las posibilidades de que los países lo adopten en el futuro.
No hay duda que los grandes actores bancarios y las principales potencias financieras deben cumplir aquí su necesario rol de liderazgo. La incapacidad para ver más allá de los riesgos y abrazar las innovaciones frenará cualquier impulso para el criptobanco como sistema mundial, pero ello no necesariamente implicará que las criptomonedas y los pequeños “criptobancos” desaparezcan o logren ser controlados. El peor escenario es que el mundo de los criptoactivos se convierta en un mercado negro digital al que vayan a parar, masivamente, enormes cantidades de capital que queden al margen de comprensión y regulación.
Pensar en regulaciones que se hagan cargo de la nueva realidad y la adaptación de la banca tradicional a la par que el surgimiento de nuevos criptobancos regulados parecieran ser la respuesta que permite la construcción de un sistema más amigable y comprensivo. Aquí los usuarios finalmente sienten que tienen una forma legítima de criptomoneda y la oportunidad de aprovechar las inversiones. Esta regulación y banca amigable representan un compromiso entre tradición e innovación, la mejor vía para que las criptomonedas ganen estabilidad y se transite hacia la adopción masiva controlada.
En este escenario, resulta interesante prestar atención a lo que está haciendo nuestro país -desde el gobierno, el Banco Central y la CMF- y la forma en que se alineará con los más progresistas o los mas conservadores. Aunque todavía sea temprano para tomar posturas definitivas, no falta quien anuncia la muerte de las criptomonedas en un plazo de cinco años, arriesgar el camino de la pequeña y poderosa Suiza, puede ser una manera inteligente de actuar para un país pequeño pero financieramente sofisticado como lo es Chile.